Infierno
El infierno es una de aquellas verdades que hoy son implícitas o dadas por descontado, que son "charlas" pero no tomadas en serio, dejadas en aquel rasgo de la teología donde nos es expuesto el cartel "trabajos en curso".
¿El infierno es una verdad?
No nos pasa ni siquiera por la mente ni probamos el temor de ser echados del reino de Dios a los ángeles en el infierno, más bien tenemos la convicción que sea la invención de un legado ya anticuado. Así la realidad trágica de la condena eterna descrita en los Evangelios se ha transformado hasta a volverse un cuento para adultos.
Las pruebas del la razón
Justicia deriva del latino iustitia que a su vez deriva de iustus "justo" y éste de ius, recto, razón. El ideal de justicia en cada uno de nosotros se basa en el concepto de reconocer a cada uno lo que le es debido. Incluso, con todos los límites de una justicia que inevitablemente se aleja de nuestro concepto ideal, la justicia impone la condena para los que violan la ley, o sea, prevé el castigo por los que han cometido un delito.
Por otra parte, en casi todos los campos de la actividad humana, sólo por citar la escuela, los votos son relativos a la preparación del estudiante, altos para los estudiantes buenos y bajos para los estudiantes no voluntariosos. Si nosotros que somos imperfectos prevemos la posibilidad del premio o el castigo, tanto más El Que debe aplicar la justicia perfecta para el hombre tendrá que dar según la equidad.
¿Cómo es posible imaginar una Justicia divina que tiende a premiar a los asesinos, los inmorales, los sacrílegos, los impíos y los inicuos? ¿Por todos los que han mancillado cada sentimiento, cada piedad y se han alimentado de la injusticia con tal de satisfacer cada impulso, en nombre de qué cosa deberían merecer el gozo y la felicidad eterna? Quizás de un arrepentimiento que ni siquiera se asoma en sus conciencias. Tal vez en nombre de una Misericordia divina que ha sido entendida como pretexto a cada ilícito. ¿Es ésta la justicia divina pensada hasta inferior a aquella humana? En realidad la Misericordia de Dios no puede estrellarse con Su perfecta Justicia y mucho menos destruirla. La Misericordia para poder conceder el perdón desea el arrepentimiento.
Las pruebas de la revelación
Dios ha querido revelarle al hombre las cosas que le son misteriosas. En el Evangelio, Jesús muchas veces ha amonestado con palabras que no admiten ninguna tergiversación, que llegará el tiempo establecido: el día del Juicio, y a cada uno será dada justicia; el premio para los buenos y el castigo por los malvados.
Qué no sea fácil recorrer la vía del bien, es el mismo Jesús que nos lo revela: Entrad por la entrada estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas, ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y poco son los que lo encuentran".
(Mt 7,13-14).
En aquel tiempo los judíos creyeron de tener solamente derecho al Paraíso sólo porque fueron descendientes de Abraham. Jesús de un modo muy eficaz les reprocha: Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos, mientras que los hijos del Reino serán echados a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes. (Mt. 8, 11-12) Incansablemente Jesús nos exhorta a empeñarnos en cuanto «No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial.
(Mt 7,21).
Este esfuerzo tiene que llevar inevitablemente a obtener muchos frutos de otro modo: Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego. (Mt. 3, 10). A menudo Jesús remacha el concepto de la diligencia hacia las cosas de Dios: El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. (Jn. 15, 5-6). El fuego como castigo también demanda a los operadores de escándalos: Si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga.
(Mr 10,43).
El Geenna o el Valle del Hinnom era un lugar cerca de Jerusalén dónde se quemaban las basuras, pero también el lugar dónde al tiempo del dominio cananeo fueron realizados sacrificios de niños en las hogueras y valía como lugar de juicio divino. ¿Para aquellos que no creen en la existencia del infierno por la Palabra revelada, todavía habrá alguna esperanza de volver a pensar en el juicio emitido? El propio Jesús nos contesta a través de la parábola del rico Epulón:
Replicó: "Con todo, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento." Díjole Abraham: "Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan." Él dijo: "No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán."
(Lc 17,27-30).
Como sucederá en el Día del Juicio, que Jesús mismo nos lo revela: «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros (...) Entonces dirá el Rey a los de su derecha: "Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. (...) Entonces dirá también a los de su izquierda: "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles (...) E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna. (Mt. 25, 31-46). Pero, ¿quiénes serán los malditos? ¡... los perros, los hechiceros, los impuros, los asesinos, los idólatras, y todo el que ame y practique la mentira!
(Ap 22,14).
Yo vengo pronto y tengo conmigo el salario para rendir a cada uno sus obras. La prueba más fuerte de la existencia del infierno es dada justo por las palabras de Jesús. Dudar o negar esta terrible verdad sería como destruir el Evangelio, dudar de la existencia de la luz del sol.
La "condena" no debe ser atribuida a un proyecto de Dios, porque en su amor, Él desea la salvación de los hombres; en realidad, son las criaturas las que se cierran a su amor. La "condena", en síntesis, consiste justamente en la lejanía definitiva de Dios libremente elegida por el hombre, la sentencia después de la muerte rectifica este estado.
La condena es una realidad posible y el pensamiento del infierno tiene que representar una necesaria advertencia a la libertad de pecar.
La lógica del pecado es el infierno. Si el pecador queda en el pecado, experimenta remordimiento, pero éste no se transforma en arrepentimiento, la Misericordia Divina no puede intervenir, porque Dios no puede perdonar una voluntad que en ningún caso se arrepiente, que nunca le pide perdón, que siempre le es rebelde. Sería paradójico pretender de Dios el regalo de la vista después de arrancarse los ojos y no querer recurrir a Su ayuda.
Paradójicamente, la reflexión sobre el infierno, en todo caso, nos pone frente a nuestra responsabilidad de modo muy eficaz y nos hace percibir que nuestra elección del bien es realmente un "caso serio" que no podemos eludir ni tanto menos de desdeñar.
Has podido leer cuál es el fundamento en que se basa la terrible verdad del infierno, las penas y los tormentos de los condenados, por las argumentaciones y las visiones de los Santos entre ellos los de Verónica Giuliani, Teresa De Ávila, Faustina Kowalska, Anna Katharina Emmerich, Alfonso, San Agustín para comprender este lugar infeliz y tomar en serio la posibilidad real de hundirte para siempre en aquel lugar de tormento y ser infeliz por siempre.
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