jueves, 26 de julio de 2018





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La gran ilusión de mi vida era poder jugar fútbol en un equipo profesional. Todo parecía posible y el sueño de mi vida se iba haciendo realidad. Los primeros contactos ya estaban, y el verano del 90 me estarían esperando para darme una oportunidad.

Ya mi único interés era jugar y entrenar; todo lo demás había pasado a un segundo plano: Dios, estudios, trabajo,... Solamente me importaba jugar. Parecía que ahí encontraría mi felicidad.

Todavía lo recuerdo bien: eran las 7:00 pm. de un Jueves Santo. Todo estaba previsto por el Señor. Tuve un accidente automovilístico en mi ciudad, que fue cosa de segundos. Me vi, de repente bañado en sangre y con el brazo derecho casi destrozado. Salí del automóvil como pude.

Unas personas me brindaron ayuda, una me puso un torniquete en el brazo para detener la hemorragia y otra me llevó al hospital. Mientras tanto en mi interior iba pasando de forma rápida, pero profunda toda mi vida. Al llegar al hospital, me pasaron al quirófano. Sólo pedí una cosa a Dios: "Señor, ayúdame".

La operación duró cinco horas. Cuando desperté me encontraba todavía en la sala de operaciones, y di gracias a Dios por darme otra oportunidad. Nunca tuve un reproche a Dios, una queja, un reclamo. Él me ha ayudado a entender que Él así lo quería. Y estoy seguro de que todo salió como lo tenía pensado.

Recuerdo muchas cosas que me pasaron en el hospital, la cercanía y cariño de mi familia, de mis amigos, pero lo que nunca olvidaré serán esos momentos en que me encontraba solo con Dios, pues le conocí y me conocí. Dialogando ahí con Él analicé mejor y con mayor calma mi vida. Y creo que todo cambió.

Fueron días de dolor y sufrimiento físico, pero Él nunca me dejó. Soy sincero al decir que muchas veces me preguntaba en mi interior: "¿volveré a jugar?". La respuesta era obvia. Me costó mucho entender que la ilusión de mi vida se me había escapado.

Mi vida cambió totalmente, ya que Él había a tocado las puertas de mi alma sin darme cuenta, pues se vale de todo para indicarnos sus caminos. En mi vocación al sacerdocio he encontrado la felicidad junto a Él, entregando mi vida por los demás, ayudando a los hombres, y sobre todo llevándoles a Dios.

Estoy convencido de que la felicidad que todos buscamos no está en ser sacerdote, en ser futbolista, en estar casado, etc., sino en encontrar la voluntad de Dios, aceptarla y vivirla como Él nos lo pide. Sé que muchas veces cuesta cumplir esta voluntad de Dios, pero cuando uno la cumple, llega a la felicidad.


Reflexión:

Soñar a lo grande. Avanzar en la vida con una gran ilusión. Llegar a entusiasmarse por algo que dé sentido y motive lo que hacemos en cada momento. ¡Ojalá tú y todos los jóvenes vivieran así los mejores años de su vida! Pero, atento. De repente algo puede cruzarse en tu camino. Algo que haga irrealizable tu sueño y te marque otro rumbo a seguir. En esos momentos, recuerda la experiencia de Juan Luis. La felicidad está en encontrar la voluntad de Dios, aceptarla y vivirla.


Autor: Marcelino de Andrés


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